Zivicomanía
A veces, el compromiso del artista con su lenguaje plástico, puede llegar a la obsesión, si uno se niega asimismo ante la comodidad estilística, o el dominio del experimento técnico. Llegada la madurez expresiva, aceptado el éxito, es fácil caer en la tentación de usar como herramienta de comunicación la conocida por muy practicada y no correr riesgos inútiles en nuevas búsquedas, cosechada con holgura la aceptación de los admiradores. Pero no es el caso.
Juan Zivico. hace tiempo que podía haberse convertido en un «rentista» de las artes plásticas, si se hubiera posicionado en las primeras críticas laudatorias, y las consolidadas ventas al contado, pero muy al contrario, si algo debemos agradecerle a los que degustamos el arte, es precisamente su rebeldía adolescente ante el hecho creativo que le lleva sistemáticamente en cada nueva obra, en cada nueva etapa, a la novedosa aportación, y a la negación absoluta de copiarse asimismo. Un camino que otros eligen sin sonrojo con el descaro multicolor que les permite su paleta o la carta de colores de óleos «MIR».
Nos encontramos ente la obra de un creador que en cada muestra nos sorprende por el hecho nuevo. Cuantos mas años cumple, mas joven es su lenguaje y eso lo único que demuestra es que el estudio de las nuevas formas, técnicas y posibilidades de expresión, son una constante en su trabajo, sin doblegarse a lo ya aprendido, y por lo tanto dominado. Zivico es el ejemplo vivo de que el artista no tiene edad. Es un habitante de la atemporalidad, y por ello, sus deseos irrefrenables de aprender y mostrarse en cada exposición como un artista nuevo que irrumpe en el panorama galerístico, con el ferviente deseo de ser otra vez examinado sin temer la evaluación final, porque cuando se entregan corazón y mente al acto creativo es difícil que el resultado sea censurable. Cuando el artista se entrega en cada trazo, el resultado siempre es un flechazo a la sensibilidad del que admira su obra.
Y así, poco a poco se va forjando la «Zivicomania», que no es otra cosa que la unión de todo lo expuesto anteriormente, a la que el autor añade un compromiso social con la época que le ha tocado vivir. El artista no puede ni debe vivir de espaldas a la sociedad que lo alberga, y él, lejos de ello, utiliza las artes plásticas como testimonio solidario de los avatares de nuestro tiempo, consciente de que en ocasiones el pueblo es más receptivo a la voz de los artistas que a la suya propia. Si para dar validez al discurso la dicción debe ajustarse al paisaje, la figura, o el bodegón, el creador no tiene inconveniente. Si atendiendo a quien se dirige la ofrenda artística esta debiera expresarse en abstracción, surrealismo, figuración o hiperrealismo, tampoco. Siempre que las transiciones de lenguaje y técnica se produzcan sin rompimientos. Que afloren como el resultado del estudio y la evolución pausada, del nonato a la pubertad. Nos encontramos ante un artista de formación académica, cuya capacidad creativa se manifiesta con la frescura del requiebro. Dejémosle espacio para que vuele cuanto quiera. De regreso al nido, nos traerá siempre cosas nuevas. Así es el arte. y los elegidos que lo practican.
Tito Ortíz
Miembro Numerario de la Asociación Internacional de Críticos de Arte